Me da risa cuando voy en el colectivo y la gente a la que se le escapa lo corre, aún cuando se le fue definitivamente y siguen corriendo, como si existiera la posibilidad de alcanzarlo.
Tal vez sean idealistas, persiguiendo utopías de 25 asientos y con caño de escape. O tal vez sean inocentes que todavía no han notado lo absurdas e irrealizables que son hasta las más simples metas en este mundo. Suelo terminar pensando que son, simplemente, estúpidos dominados por la costumbre de correr, aunque no sepan a dónde.
Yo nunca lo corro, si se fue, no era para mí.
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